viernes, 1 de marzo de 2024

Sobre el rol de la danza en la cultura contemporánea

El bailarín
Nadie podría reclamar con más derecho el honorífico título de “trabajador” que un bailarín profesional. Su formación es una de las más largas y severas que hay, la competencia en el ámbito es atroz, la exposición al público es permanente, se trabaja a jornada completa, se suda a mares y se pone el cuerpo hasta romperlo prematuramente.

Baches en la cultura contemporánea
Hay ensayos filosóficos contemporáneos que contemplan la paulatina desaparición de la presencia corpórea en la cultura humana. Cada vez hay menos trabajo físico y más “prestación de servicios” a distancia. Uno se acostumbra a estudiar carreras Online, trabajar en el home office, comunicarse por teléfono con robots, firmar documentos virtualmente, hacer reuniones por Zoom y pagar las cuentas por home banking. Los chicos, en vez de jugar al futbol en las calles, teclean como poseídos sobre sus celulares. Hasta en el amor, las costumbres parecen volcarse cada vez más a hábitos de voyeurismo en mundos virtuales, en vez de practicarlo a la vieja usanza, cuerpo a cuerpo…

La apuesta creativa
Muy en contraste con la decadencia señalada arriba, cualquier ejercicio de la danza es un culto vivo a la corporeidad (entiéndase: el don potencial de las personas de habitar sus cuerpos conscientemente).
Ya en tiempos remotos, bastante en los comienzos de nuestra especie, la danza –en confluencia con la música– buscó conjurar a los espíritus, curar enfermedades, ritualizar los encuentros humanos con las deidades, narrar bailando los mitos populares, crear comunidad y embriagar sanamente a los integrantes de la misma en sus fiestas.
Hoy en día, “bailarín” es una profesión que –como cualquier otro arte escénico– ofrece al público manifestaciones artísticas vivas de la condición humana. Busca agudizar en sus espectadores la reflexión sobre dicha condición, su sensibilidad corpórea, empatía e identificación, un sentido comunitario y un sinfín de vibraciones emocionales que tan sólo el arte puede despertar. Su lenguaje es universal y nunca envejece.

La institucionalidad
El BALLET FOLKLÓRICO NACIONAL y la COMPAÑÍA NACIONAL DE DANZA CONTEMPORÁNEA tienen la noble misión de preservar las danzas populares nacionales y de explorar nuevas maneras de la expresión corporal, individual y conjunta. Sus integrantes –altamente entrenados– son por definición “selección nacional”. La Ley nacional 24269 recomienda que se los cuide y fomente mediante empleo formal y seguridad social. El Convenio Colectivo de Trabajo 669/22 MC consolida los lineamientos básicos de institucionalidad de los elencos artísticos nacionales.
Es un planteo de reciprocidad: el Estado Nacional cuida a sus artistas, y sus Elencos Estables realimentan el concepto y el prestigio del Estado Nacional.

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