lunes, 6 de enero de 2020

Sobre implicancias de la ocasional desarticulación de organismos artísticos

Flexibilización laboral en el ámbito de la comunidad 973 - Ejemplo: orquestas

Planteo de la patronal:

¿Por qué no se podría mandar a músicos de las orquestas a algún lugar a que toquen p.ej. en quinteto?

Se intuye que el fondo de la cuestión es la idea de aumentar la productividad de los músicos, llenando los lapsos de los así llamados “sin parte” o eventuales lagunas de programación con alguna actividad.

La iniciativa más llamativa de esa mentalidad fue hace poco el intento de imponer de arriba –sin paritaria de por medio– un nuevo reglamento de trabajo a los integrantes de la Orquesta de Cámara del Congreso, que buscaba abiertamente la degradación de músicos profesionales al estatus de lacayos al estilo del siglo 18, creando la posibilidad de que en sus lapsos “sin parte” de la programación estén a disposición para tocar una ‘musiquita de fondo’ en oportunidad de agasajos de la corte (cumpleaños de diputados con champán y canapés y eventos por el estilo).

En un sentido más abstracto, dicha mentalidad parece buscar la conversión del trabajador cultural profesional y especializado, integrante de un conjunto con identidad propia… en un miembro anónimo de un ejército musical de reserva, a la vez de la desintegración de la institucionalidad y de la organización gremial.

Hay motivos ideológicos, técnicos e incluso de productividad para rechazar el planteo de inicio:

A la mentalidad subyacente en dicho planteo se contraponen los conceptos de UPCN sobre el trabajador cultural (en este caso: el artista performático) del siglo 21. Sus pilares son:
- Es altamente profesional.
- Es altamente especializado.
- Se entiende como servidor a la comunidad, no a los poderosos de la misma.
- Entiende la expresión artística como un fin, no como un medio.
- Busca a su vez y por ambición propia la mayor excelencia posible.
- Si se quiere entender su servicio como un medio para un fin, este fin sería en todo caso la representación simbólica y la reproducción de sí mismo del mismísimo Estado Nacional, en este caso por medio de una expresión artística colectiva.

El valor simbólico/intangible de un elenco artístico como p.ej. la Orquesta Sinfónica Nacional se contempla en:
Equivalente en coros:


Claves ‘técnicas’ para comprender algunos géneros musicales:

Música sinfónica:
Los músicos de orquesta son, por definición, muchos. Forman corporaciones de “mayor organización”. Sus integrantes entran como empleados a sus cargos por concurso de oposición y antecedentes. Igual que los integrantes de la sociedad, no eligen a su vecino; tienen que convivir y colaborar con quien trabaje a su lado. No eligen su repertorio; tienen que tocar todo lo que el programador impone. Preparan y presentan en concierto en muy poco tiempo (1-2 semanas por programa) mucho repertorio (25-40 programas diferentes por año). La excelencia del producto de su labor es resultado de una alta especialización, de una disposición al trabajo hasta el agotamiento, de su integración a una estructura musical extremadamente compleja y de la sinergia específica de este tipo de agrupaciones.

Música de cámara:
Los músicos de cámara son pocos por definición. Si quieren competir en el mercado eligen concienzudamente a su compañía (simbólicamente hablado es como un conjunto de “amigos de toda la vida”). Eligen un repertorio limitado a su gusto y suelen preparar cada producción durante bastante tiempo (probablemente varios meses).
Los conjuntos excelentes suelen ser empresas independientes.

El solista musical:
Como señala el nombre, actúa sólo. Debe justificación de sus actos solo a sí mismo. Elige su repertorio por afinidad personal y éste es más bien pequeño en comparación con el de los músicos de orquesta. Sus presentaciones suelen ser resultado de años de esmerada preparación de cada pieza.


Volviendo a la cuestión del inicio:
¿Conviene encomendar tareas de música de cámara o de solista a músicos de orquesta?

Contestación:
A veces puede ocurrir, pero estrictamente por elección y voluntad de los mismísimos músicos de orquesta y siempre fuera de los horarios de su disponibilidad laboral en su “institución madre”.
Los conjuntos de cámara suelen estar compuestos por los solistas internos de la orquesta. Los ejemplos más visibles en la Sinfónica son p.ej. el Cuarteto Gianneo (con Luis Roggero como primarius), el Trio Ginastera (Marcelo Balat, Xavier Inchausti, José Araujo) o –hace bastantes años– el quinteto de vientos de Spiller, Tenreyro, Slivskin, Kerlleñevich y Bazán.
No solamente su régimen laboral de solistas de orquesta les da posibilidad de dedicarse a tareas semejantes. También es tradición que estas figuras destacadas de la orquesta asuman de vez en cuando tareas de música de cámara o de solista con el propósito implícito de aumentar por este medio el prestigio de su orquesta.
El régimen laboral de los músicos del tutti en la orquesta suele ser tan agotador que tan sólo en raras ocasiones estos se atreven a entrar en la competencia con conjuntos de cámara. También aquí sería siempre fuera de la disponibilidad laboral en su orquesta, con colegas predilectos (amigos), con repertorio de su elección y en los tiempos y lugares de su elección.


El público (citas de la red de blogs de los integrantes de la OSN):

“…lo que la música sinfónica contiene en germen y como posibilidad: la transmisión de valores desde una multitud (una gran orquesta tiene muchos integrantes) a la multitud de sus oyentes (todo el pueblo argentino, más los habitantes del mundo que se interesen por nosotros y nuestra riqueza espiritual).
[…]
“La respuesta del público es siempre la misma: no importa si tocamos en salas de concierto o en la vía pública, en una fábrica recuperada en Ushuaia, un estadio en las afueras de San Miguel de Tucumán, la plaza central de la ciudad de Córdoba, un salón de club de barrio en Comodoro Rivadavia, ante los trabajadores de los altos hornos de Zapla o en el mismísimo Teatro Colón; ni siquiera tiene importancia si los oyentes tienen experiencia con el género o no. Presenciar en vivo una orquesta sinfónica en acción parece ser una experiencia inolvidable. La imagen es tan importante como la música. El espectador no puede dejar de percibir que la cosa tiene algo que ver con él y con los anhelos más íntimos que cualquier ser humano guarda en su alma. Se encuentra ante individuos visiblemente comprometidos que construyen conjuntamente, en paz y con respeto al prójimo, piedra por piedra (nota por nota), rebosantes de vitalidad, pero con concentración y seriedad, un mundo rico de significados, lleno de pasiones y colores, coherente en sí mismo, con propósito, comienzo, desarrollo y fin. Cualquiera sale enriquecido de una experiencia semejante, no importa si puede o no dar palabras a su conmoción.”


Una breve mirada a aspectos históricos de la cultura sinfónica (cita de la red de blogs de los integrantes de la OSN):

“Las primeras agrupaciones instrumentales complejas de músicos profesionales nacieron en el siglo XVI en las cortes europeas, donde se desempeñaban al servicio del respectivo representante de la nobleza, encargándose del marco musical de actos y festejos de dicha corte.
La música resultó ser un elemento enriquecedor para obras teatrales. A mediados del siglo XVII estalló una producción de obras operísticas para un público conformado por ciudadanos prósperos de los centros culturales de la época.
A fines del siglo XVIII y durante el siglo XIX, la así llamada burguesía se apropió de manera creciente de aquel terreno que en tiempos feudales había existido para el deleite de unos pocos privilegiados. Se puede decir que la creación de obras musicales acompañó o anticipó esta “revolución cultural”. La admiración de la que goza por ejemplo una figura como Beethoven, está basada –entre otras razones– justamente en el hecho de que su obra refleja de manera tan abstracta como grandiosa la emancipación del individuo y ciudadano. La forma musical más emblemática de esta transformación social es la sinfonía.
La cultura sinfónica de las grandes orquestas –hoy plenamente democratizadas y con sus integrantes en empleo público estable– llegó en el siglo XX a la cima de representatividad de las sociedades y Estados nacionales, como así también a la cima de profesionalismo, de brillo artístico y de difusión.”


Conclusiones finales:

La mayor productividad, el mejor grado de excelencia, la mayor identificación con el público masivo y la mejor representación del Estado Nacional por parte de músicos de orquesta se logra exigiéndoles el cumplimiento de su servicio reglamentario justamente en su orquesta.
Programaciones ambiciosas, el sentido de unidad en cada producción, el desafío por la colaboración con grandes directores y solistas, la exposición por medios de difusión masiva y las giras serían los principios de una política cultural acertada para formar de una orquesta un conjunto con identidad, sentido de pertenencia de sus integrantes, armonía y calidad de ejercicio, para el orgullo de la sociedad que la mantiene.


Un concepto erróneo de explotación:

En la programación de una orquesta constituida al modo arriba descripto, los esporádicos “sin parte” de algún que otro de sus integrantes son una característica natural del género. Desde hace décadas (incluso siglos) son considerados los descansos necesarios de los profesores músicos que consagran hoy en día, sometidos a los ritmos de la vida moderna y a la inevitable competencia internacional, su integridad psicofísica, prácticamente siempre al borde del agotamiento. Lo del "descanso" es incluso relativo. Estos lapsos suelen ser aprovechados para recuperar tiempo de estudio personal de repertorio venidero, visitas a médicos o medidas intensificadas de higiene psicofísica profesional. 

Por ello, especular con los lapsos de los “sin parte” de oscilantes grupos de individuos para disgregar al conjunto y exprimir hasta la última gota a cada uno de sus miembros resulta contraproducente en cada sentido.


En negociaciones paritarias ahorraría mucho tiempo poder contar del lado de la patronal con asesores entendidos en la materia de instituciones culturales y sus intrincadas formas de desenvolvimiento, resultado de una larga evolución histórica.


Ver también: 


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